Pelotas, 1973, Belo Horizonte, 1979. Vivem em São Paulo

Como en un diálogo mediado por reglas invisibles, tal vez probabilidad, frecuencia, telepatía o espionaje, Google atribuye desenlaces para expresiones insertadas en su mecanismo de búsqueda. Para “modos de”, surgen prontamente las opciones “modos de pago”, “de señorita” y “de organizar un texto”. Para “cosas que vuelan” aparecen links de platos voladores y drones. No aparecen helicópteros, aviones y tampoco el Super-tucán, aeronave que, por transportar grandes cantidades de droga a mando de ministros y parlamentares en ejercicio y hasta ahora impunes, entraron en la historia de la crisis política que Brasil enfrenta desde que emergieron casos de corrupción en el congreso y en empresas estatales como Petrobrás, en 2014. Parafraseando esa suerte de escritura asociativa – arbitraria, aunque aparentemente automática –, Angélica Freitas inició una serie de poemas dedicados a vincular las narrativas sueltas del caso, como modo de reír para no llorar, o escribir de propio puño, ya que el olvido parece previsto.

En las páginas del cuaderno de la autora, vuelan lado a lado un cura atado a globos de helio, versos de los años 80 de Las Frenéticas, los sobrenombres impublicables de un senador involucrado en el caso, cuervos lindos y fieles. Para el sarao Macrofonia [Macrofonía], que ocurrió en la Casa da Luz, en São Paulo, en junio de 2017, estos textos ganaron nuevas asociaciones en sonido e imagen. Munida de un disparador de bandas pregrabadas, la música y actriz Juliana Perdigão interpeló la lectura en vivo de Angélica con entradas o bien rítmicas, o ambientales, o existentes solamente para enfatizar todavía más lo que el curso de las cosas podría dejar pasar. Como un ejercicio de co-creación entre dos interlocutoras de diferentes campos, y los aparatos discursivos de su tiempo, “cosas que vuelan” continuó después de este primer evento.

Invitada por la Trienal, la serie ocupó Facebook y Youtube.